Asentamientos permanentes
3/4: Una cárcel flotante

¿Qué hacer con unas islas volcánicas aisladas, a 1000 km de tierra firme, a menudo envueltas en neblina, con muy poca agua, poca terreno y extrañas explosiones volcánicas? Pues, como pasó con Alcatraz y Santa Helena (y también de hecho con Australia), ¿puede haber algo mejor que usarlas como lugar en el que dejar a aquellos individuos que ya no son bienvenidos en el conjunto de la sociedad? Por una parte, no hay cárcel más segura en el planeta.

La cárcel de Galápagos

En 1832, cuando se anexionó Galápagos a Ecuador (Galápagos formó a ser una provincia de Ecuador), el coronel Ignacio Hernández recomendó las Galápagos con la única finalidad de servir de cárcel. Las primeras cárceles, o para ser más exactos, colonias penitenciarias, se establecieron en las islas de Floreana y San Cristóbal; estas colonias penitenciarias eran más bien, después de todo, como cárceles al aire libre, no había forma de escapar de Galápagos, ya que el archipiélago estaba rodeado de fuertes corrientes, vientos suaves y aguas infestadas de tiburones.

Los primeros que ocuparon estas colonias fueron soldados exiliados, expulsados de sus hogares del Ecuador continental, después del golpe de estado fallido, los siguieron un grupo/ guardia de unas ochenta personas.

Desde 1837 en adelante, por culpa de las condiciones de vida lamentables de los prisioneros, las primeras revueltas (levantamientos contra los guardias/autoridades) dieron lugar a la instalación completa de los prisioneros y la caída de los guardias. Para 1852 ya no quedaba nada.

Galapagos Places: The Wall of Tears on Isabela island (by Andy Hares, Creative Common 2.0)

El Muro de las Lágrimas en Isabela, fue construido por prisioneros entre 1945 y 1959 (© Andy Hares)

Hubo numerosos intentos de hacer habitable Galápagos, pero ninguno de ellos tuvo éxito. Más tarde, en 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin en Europa, el gobierno de Ecuador abrió una tercera cárcel, esta vez en la isla de Isabela.

En 1946, 300 prisioneros y 30 guardias desembarcaron en el extremo sur de Isabela, de nuevo vivían en condiciones lamentables (viviendas de muy mala calidad y muy mala alimentación). A los prisioneros se les encomendó la construcción del “Muro de las Lágrimas”. Como no había mucho más que hacer, les mandaron construir este muro para mantenerles ocupados y alejados de problemas.

Los restos de este esfuerzo vano pueden verse aún a día de hoy cerca de Puerto Villamil. El desplazamiento constante de rocas y las malas condiciones en las que vivían, acabaron dando lugar en 1958 a una rebelión en la que los guardias fueron asesinados y muchos prisioneros murieron. Un año después, las autoridades de Ecuador cerraron la colonia penitenciaria de Isabela.

Luego, tras 127 años, el gobierno de Ecuador envió los primeros prisioneros políticos a Floreana, y de esta manera, la utilización de Galápagos como cárcel llegó a su fin. Al final, han sido los científicos y aquellos que trabajan en el sector turístico, los que fueron capaces de colonizar con éxito las islas.

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